
Sin darse cuenta de nada corrió a su cuarto y, vestido como estaba, se echó boca abajo en la cama, se envolvió convulsivamente en la sábana, cabeza y todo, y así pasó dos horas, sin pegar ojo, sin pensar en nada, con una losa sobre su corazón y el alma oprimida por una desesperación sorda y tenaz. De vez en cuando, un temblor doloroso y febril le sacudía todo el cuerpo. Por su mente desfilaban imagenes incoherentes, sin relación con nada; pensaba...
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