jueves, 26 de marzo de 2009


En el primer momento, el verdor y la frescura del paisaje alegraron sus ojos, habituados al polvo de las calles, al gris de la ciudad con sus enormes edificio. Aquí la atmósfera no era irrespirable...
Pero pronto estas nuevas sensaciones perdieron el encanto, y él nuevamente cayó en un malestar enfermizo.

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